Veamos cómo se interpreta la alegoría de la caverna en la sociología:

Aquellos hombres de las cavernas, encadenados, cuyos rostros estaban volteados hacia un muro de piedra en su frente. Detrás de ellos hay una fuente de luz que no pueden ver. Participan sólo de las imágenes entre las sombras que esa luz arroja sobre la pared y tratan de establecer las interrelaciones. Finalmente, uno puede liberarse de las ataduras y vuelve, ve el sol. Ciego tantea y tartamudea una descripción de lo que ve. Los otros dicen que delira.

Gradualmente, sin embargo, aprende a ver la luz, entonces su tarea es la de descender hacia los hombres de las cavernas y llevarlos a la luz. Él es el filósofo, el sol, sin embargo, es la verdad de la ciencia, la única que refleja no ya ilusiones ni sombras sino el verdadero ser[1].

 


[1] Tomado de: Weber, M. (1946). Essays in Sociology. New York: Oxford University Press- La traducción es nuestra.

Bla, bla, bla, cuadro de Lorena Álvarez Montesinos- 2011.
Bla, bla, bla, cuadro de Lorena Álvarez Montesinos- 2011.

Leyendo el texto de Platón- La alegoría de la caverna- se presentan dos tipos de conocimiento: el de los hombres comunes, cuyo conocimiento se produce a través de las percepciones sensibles e inmediatas, y el conocimiento filosófico o científico, como el resultado de una metodología impulsada por la razón, la pregunta reflexiva y la práctica concreta. El filósofo es el encargado de interrogar a la realidad de las apariencias que, en la alegoría de la caverna se erige como el mundo de las sombras, las ilusiones de los sentidos (en el contexto de Platón), abriendo una perspectiva al logos.

 

En nuestro día a día nos formulamos una serie de opiniones con respecto a todo lo que nos rodea. Son descripciones imprecisas, inexactas o relatos de acontecimientos abordados de manera superficial e impregnada de opiniones, los que generan una infinidad de conceptos preconcebidos lo que van engrosando lo que se denomina «conocimiento popular». Con todo, no todos los conocimientos integrantes del sentido común son irrelevantes ya que parten de la propia realidad; algunas concepciones son, de hecho, precisas faltándoles el rigor, el método, la objetividad y la coherencia típicos del sentido crítico.

En la República de Platón, la cuestión del pasaje del sentido común hacia el sentido crítico ocurre en el contexto de la educación social y política de los ciudadanos. El ideal platónico de la república también se presenta como un proyecto pedagógico, a través del cual los productores encargados del trabajo, los guardias que velan por el bien público, en el marco de la gestión racional de los filósofos reyes, son formados para llevar a cabo estas funciones sociales. En la polis griega, la educación de los jóvenes era la responsabilidad del Estado, los estudiantes que se destacaban podían proseguir sus estudios y podrían llegar a ser los gobernantes después de un largo aprendizaje y la estricta educación moral e intelectual.

El sentido común.
El sentido común.

Uno de los objetivos de esta educación es la superación del sentido común (el campo de las opiniones) para llegar al conocimiento crítico. Según Geneviéve Droz, pensador contemporáneo, en el mito platónico el conocimiento desde lo sensible hacia lo intelectual, la inteligencia va desde lo aparente hacia lo esencial, de lo oscuro hacia lo luminoso, siendo las Ideas iluminadas por la fuente de toda luz, el Bien[1].

¿Cómo se elabora el conocimiento crítico en Platón? ¿La filosofía es la única manera de buscar este conocimiento? Para Platón, sí es posible superar el nivel de las opiniones con una metodología apropiada. ¿De dónde viene el deseo y la atracción hacia el mundo inteligible que tienen algunos hombres, que técnicamente nunca tuvieron contacto con el mismo? ¿Cómo explicar la voluntad del preso que no sabe nada del exterior de la caverna para salir de ella?

El amor que desea la sabiduría es la filosofía misma (literalmente amor a la sabiduría). Poco a poco, a medida que el hombre conoce, el conocimiento en sí mismo despierta el deseo de aprender continuamente. Después de salir de la caverna este hombre sufre de ceguera, ya que no había tenido contacto previo con tanta luz nunca, y el abandono de su anterior estado le provoca el miedo y dolor, mientras es convidado a continuar su ascenso superando el mundo sensible, aprendiendo los movimientos del sol, las estaciones y sus  consecuencias.

El hombre encandilado por la luz del sol es la imagen que utiliza Platón al salir de las sombras del conocimiento sensible.
El hombre encandilado por la luz del sol es la imagen que utiliza Platón al salir de las sombras del conocimiento sensible.

Conocer para Platón es el sumo bien, y el bien está en la organización de la ciudad de acuerdo con ese conocimiento y no de acuerdo con las opiniones. Podemos comparar el ideal de hombre que habita en el interior de la caverna con el sentido común, ambos están apegados a las impresiones sensibles y no se permiten ver otras realidades sino las impuestas por las circunstancias. En la polis griega, los hombres que se negaban a participar de la vida pública eran llamados idiotas porque se dejaban representar por otros. Al negar la propia voluntad se sometían y dejaban la responsabilidad de decidir el destino de la ciudad para los demás.

 


[1] Cf. Droz, G. (1993). Los mitos platónicos. Barcelona: Labor.

 

Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy